Dr Bernard Auriol
(Coloquio Effervesciences « H2O
mon Amour », 20 de Septiembre de 2003)
"Para que un gitano fuera
músico,
durante las seis semanas
anteriores a su nacimiento
y las seis primeras semanas de
vida,
todos los días, el mejor
instrumentista debía tocar para él cerca de la madre embarazada,
y asimismo luego del parto, y
mientras el niño mamaba".
Se dice que tiempo después el
niño deseaba tocar ese mismo instrumento, y que lo hacía muy bien. (Dolto,
1985).
El ambiente sonoro del feto
En condiciones naturales, el feto se halla expuesto a
toda clase de sonidos (Tomatis, 1963), empezando por los de los latidos
cardíacos y los ruidos respiratorios, intestinales y vocales de su madre.
Se suma a ellos toda una cohorte de sonidos externos :
1. provocados por
las acciones maternas (golpeteo de los tacones contra el suelo, motor del coche
y retumbo del metro, ruidos de los quehaceres domésticos, del trabajo o de las
actividades de esparcimiento)
2. o que provienen del ambiente (voz del padre o de otros
miembros de la familia, de colegas del trabajo u otras personas, ruidos de la
casa, de la calle, etc.).
|
Algunos de tales ruidos, extremadamente repetitivos, constituyen
una especie de "paisaje sonoro" al que el pequeño ser no puede sino
terminar por habituarse y dejar de reaccionar. El grado de esta redundancia
es muy variable. Parece probable que los ruidos se escalonen aproximadamente
en el orden recién mencionado, vale decir :
{corazón > respiración > intestino > pasos
o motores > ruidos externos monótonos > voz materna > voces familiares
> otras voces o ruidos inhabituales}.
Que el feto deja de reaccionar a estos ruidos significa
que ya no los integra como informaciones. Los ruidos de todos los días se convierten
en un "fondo" familiar necesario, factor de seguridad y elemento de
orientación con respecto al cual habrán de diferenciarse "formas" que
tendrán, sí, valor informativo.
La intensidad de los ruidos que rodean al feto va de 30 a
96 dB. Un cuchicheo es del orden de 30 dB ; una conversación normal supone unos
60 dB ; el tráfico de una carretera, unos 70 dB. Las palabras
"gritadas" y las motos alcanzan unos 100 dB. La música rock llega
fácilmente a los 115 dB. El umbral del dolor auditivo se sitúa en aproximadamente
125 dB. Un trabajo realizado con ayuda de hidrófonos demostró que la matriz es
un lugar relativamente tranquilo (Deliege y Sloboda, 1996).
Gracias al hidrófono se
disciernen los latidos cardíacos de la madre, su respiración y los
borborigmos intestinales que, en conjunto, podrían constituir el origen de
nuestra atracción por la resaca del mar, el ruido de una fuente o los ritmos
musicales.
Las dos vías (líquida versus
ósea)
Cuando
la madre lee o habla en voz alta, el bebé recibe el sonido, en parte por
conducción ósea.
Frecuencias
Según
Rubel (1984), el feto responde primeramente a las frecuencias bajas y luego a
frecuencias más altas.
¿Oye el feto?
La audición del feto
es funcional, cuando más tarde, a la 30ª semana de gestación.
Hacia
las 5 ó 6 semanas de edad gestacional el sistema coclear y el vestíbulo se
diferencian. A las 7 u 8 semanas los huesillos empiezan a crecer, y a los 4 ó 5
meses el oído ya está definitivamente estructurado.
Como
lo muestra la ecografía, el feto empieza a reaccionar a los sonidos hacia la
16ª semana, pese a que la construcción anatómica del oído aún no está del todo
terminada (Shahidullah y Hepper, 1992). Las estructuras cocleares comienzan a
funcionar de modo fragmentario hacia la 20ª semana. Se ha demostrado que
existen sinapsis completamente constituidas entre la 24ª y la 28ª semana (Pujol
et al., 1991).
Desde
el primer trimestre se observaron por ecografía numerosas formas de movimiento
que muestran la acción conjugada de los músculos y los receptores vestibulares
(Van Dongen y Goudie, 1980).
De
Mause (1982) resume así las reacciones del segundo
trimestre : “ El feto flota en paz,
patalea, se da la vuela, suspira, coge el cordón umbilical, se excita con los
ruidos bruscos, se calma cuando la madre habla suavemente y, si ésta se pasea,
se duerme acunado por sus pasos » .
Según
Barbara Kisilevsky, de la Universidad Queen’s (Canadá), el comienzo sería menos
precoz. Su trabajo (2000) abarca 143 fetos de 23 a 34 semanas, entre los que se
cuentan 43 casos de embarazo riesgoso. Un computador produce un ruido blanco,
mientras se registra ecográficamente el ritmo cardíaco y los movimientos del
niño. En este protocolo los fetos no muestran ningún signo de reacción antes de
la 30ª semana de gestación. Después oyen, pero para que reaccionen es necesario
producir un ruido blanco muy intenso. Los resultados de la experiencia
concuerdan con los estudios fisiológicos, según los cuales el sistema auditivo
se encuentra desarrollado al octavo mes.
El
Dr. Henry Truby, Profesor emérito de Pediatría y de Lingüística de la
Universidad de Miami, señaló que a partir del tercer trimestre el feto se mueve según el ritmo del discurso
materno. Coincide con William Liley (1972), quien descubrió que durante un
concietrto sinfónico, el feto de 25
semanas o más podía moverse al ritmo del timbal de la orquesta.
El
sistema auditivo es funcional desde el tercer trimestre de gestación. Ahora
bien, ¿qué oye el feto? Abrams y Gerhardt contribuyeron a
mostrar que la voz de la madre y los
ruidos producidos por sus órganos
ocupan un lugar importante en el paisaje sonoro fetal, pero que no se han de
subestimar los sonidos provenientes del ambiente
externo. Utilizando la oveja como modelo animal, mostraron que los sonidos
graves del contrabajo atraviesan la pared abdominal sin gran deformación, como
se observa al comparar los registros de un hidrófono colocado cerca de la sien
del feto con los de un micrófono colocado cerca del contrabajo.
Un
estudio de Gelman et al. (1982) determinó que un sonido de 2000 Hz provocaba un
aumento significativo de los movimientos fetales. Este trabajo confirmó el de
Johnsson et al. (1964), en el que se había mostado que, a partir de la 26ª
semana, el feto sometido a ciertos estímulos vibroacústicos reacciona con
aceleraciones cardíacas y otras reacciones de alarma, como movimientos de los
brazos, extensión de los miembros inferiores y giro de la cabeza. Una vez que
ha cesado el estímulo sonoro desencadenante pueden observarse bostezos (Cf.
Birnholz y Benacerraf, 1983).
Shetler
(1989) observó que el feto tenía reacciones diferentes según las modificaciones
del tempo (pasar de una música rápida
a otra más lenta).
Una
investigación de Luz y al. (1980 y 1985) puso de manifiesto que el feto normal
responde a los ruidos exteriores durante el parto. En particular, manifiesta
reacciones de alarma cuando recibe estímulos breves.
Los
sonidos que hayan estado presentes desde la concepción, aunque sean violentos y
agresivos (por ejemplo, ruidos de avión en las inmediaciones de un gran
aeropuerto como el de Osaka), quedarán mejor integrados y, después del
nacimiento, causarán en el niño menos perturbaciones psicológicas que si
hubieran aparecido en una etapa más tardía del embarazo. Los impactos tardíos
pueden tener consecuencias alarmantes (angustia, insomnio, etc). En todos los
casos, las agresiones que afectan a la madre y/o al niño inciden negativamente
en la salud fisica de éste, que estadísticamente nace con menor peso (Ando,
1970). Como se sabe, la hipotrofia del feto puede tener consecuencias
nefastas hasta en épocas muy avanzadas de la vida (tendencia depresiva,
especialmente en el hombre).
Numerosas
madres refieren que el bebé ha manifestado reacciones motoras intensas en
correspondencia con fuertes ruidos del ambiente (televisión, cine, conciertos,
etc.).
El lóbulo temporal del feto reacciona a las canciones
infantiles
Hykin
J. y col. utilizaron la resonancia magnética funcional[1] (FMRI)
para estudiar la actividad del cerebro
fetal en respuesta a estímulos auditivos. Esta técnica se vale del siguiente
fenómeno : una activación local del cerebro provoca un aumento del metabolismo
y el consiguiente aumento de la concentración local de oxihemoglobina
paramagnética con respecto a la hemoglobina diamagnética de la sangre, lo cual
aumenta la intensidad de la señal magnética (efecto dependiente de la
concentración de oxígeno sanguíneo).
Se
estudió a tres mujeres encintas con la cabeza fetal encajada en la pelvis (vale
decir, inmóvil). Durante el barrido, mediante un altoparlante dispuesto frente
al abdomen de la mujer (100 dB SPL en la superficie, 80 dB SPL a nivel de la
cóclea fetal), se le dio a oír al feto una canción que la madre había grabado
previamente. Alternando estímulos de 15 segundos con silencios de igual
duración, se repitió este ciclo 18 veces (duración total : unos 10 minutos). En
dos de los tres fetos se constató una activación significativa del lóbulo
temporal.
Aprendizaje
Habiendo aceptado que el feto oye
algunos sonidos externos, procede preguntarse si también los “procesa”.
Salk
(1960) observó que los bebés hospitalizados a quienes se les hacía oir ruidos
cardíacos respiraban con mayor profundidad y regularidad, y que aumentaban más
rápidamente de peso.
Montagu
(1962) sugirió que el atractivo universal de la música y el efecto sedante de
los sonidos con ritmo podrían guardar relación con el sentimiento de bienestar
que se supone que experimenta el feto al oir el corazón de la madre.
Murooka
(1976) y De Casper (1983) demostraron asimismo que los recién nacidos podían
recordar los latidos cardíacos maternos oídos in útero.
Szmeja
et al. (1979) señalaron un vínculo entre ciertos problemas del nacimiento y los
ruidos crónicos. Un autor refiere que, paseándose ante la jaula de los leones
de un zoológico, una mujer embarazada de 7 meses vio -o más bien oyó- un
conflicto entre dos de ellos por un pedazo de carne. El rugido, extremadamente
intenso, provocó una fuerte agitación en su vientre, por lo que tuvo que
marcharse. Mucho tiempo después, cuando el niño tenía siete años de edad, se le
detectó un escotoma audimétrico en las bajas y medianas frecuencias. Por otra
parte, el niño reaccionaba con intensidad cuando veía por televisión leones u
otras fieras que rugían.
Según
Satt (1987), los recién nacidos prefieren la melodía que la madre cantaba
mientras estaban en el útero a una nueva melodía.
Peter
Hepper (1991) descubrió que los bebés expuestos a la música de un programa
televisivo antes del nacimiento se mostraban, después del mismo, atentos e
intresados por esta música. Al oírla, los movimientos y el pulso de estos
recién nacidos disminuían de modo significativo, como en un estado de alerta.
Sallenbach constató que el feto expuesto a una música con disonancias puede
responder mediante movimientos que él califica de rítmicos y ondulantes.
También Sister Lorna Zemke observó que el feto responde rítmicamente a un
golpeteo rítmico sobre el vientre materno.
Un
estudio holandés (van Heteren y col.) sobre 25 fetos de 37 a 40 semanas
demostró que el feto puede reaccionar, responder a un sonido particular,
reconocerlo y “habituarse”. Cuando oye un sonido por primera vez, el bebé se
mueve. Luego, si se le hace oir nuevamente ese mismo sonido ya no reacciona,
porque lo recuerda y está acostumbrado a él.
Los
25 fetos reaccionaron a los sonidos “aplicados” directamente sobre el útero, en
correspondencia con las piernas del bebé. Se aplicó 3 veces un ruido B formado
por 4 sonidos consecutivos. Entre la primera aplicación (B1) y la segunda (B2)
transcurrieron 10 minutos. Entre B2 y la tercera (B3) transcurrieron 24 horas.
Todos los bebés se movieron por efecto de B1, pero 19 de los 25 ya no
reacionaron a B2 ni a B3. Esto demuestra que los fetos poseen una memoria a
breve plazo, y también a largo plazo.
Mulder
EJH y col. (1999) ponen en tela de juicio la conclusión de C F van Heteren and colleagues
(Lancet, Sept 2000, p. 1169), según la cual el índice fetal de habituación
estaría relacionado con procesos de aprendizaje y memorización. La crítica se
fundamenta en el hecho de que la reactividad a los estímulos externos puede
depender del estado comportamental del feto en el momento en que se opera la
estimulación. Cerca del término, el feto alterna entre dos estados principales
:
En
cuanto a su intensidad, la habituación es globalmente la misma en los dos
estados, pero más rápida en el estado 1F que en el 2F. Van Heteren lo explica
por el hecho de que la estimulación auditiva despierta al feto, pudiendo
hacerlo más rápidamente en 1F que en 2F. Pero el nivel de habituación sigue siendo el mismo.
Si el feto procesa los sonidos, ¿conserva huellas de tal actividad después
del nacimiento?
Hasta hace poco tiempo, la
mayoría de las investigaciones sobre los primeros aprendizajes versaban sobre a
la habituación (Querleu et al., 1981) o el condicionamiento (Van de Carr,
1988).
Resumiendo
unos cuantos trabajos realizados principalmente en su laboratorio, Lecanuet y
Granier-Deferre muestran que el feto humano es capaz de aprendizaje (como lo
manifiesta la habituación de la desaceleración o de la aceleración del ritmo
cardíaco). Este aprendizaje atañe a varios parámetros sonoros, como la altura,
el timbre o la intensidad. Por otra parte, el feto sería capaz de memorizar
ciertas características de los sonidos, puesto que el recién nacido de 2 a 4
días prefiere oir los sonidos a los que ha estado expuesto en el estadio fetal.
¿ Retener supone también comprender ?
Verny
y otros advirtieron que los bebés prefieren claramente los cuentos, las
canciones o los poemas que han oído antes de nacer.
El
célebre violinista Yehudi Menuhin creía que su talento musical “se debía, al
menos en parte, al hecho de que sus padres, ya antes de que él naciera,
cantaban y hacían música permanentemente”.
La
investigación de Polverini-Rey (1992) parece indicar que las canciones de cuna
pueden calmar al feto.
¿
Significa esto que el feto comprende lo que oye? (cf. Efecto “dolto-mágico”).
El feto reconoce la voz de su madre y la diferencia de la de otra mujer.
En diferentes congresos y publicaciones, Tomatis (1981) y Feijoo (in Herbinet, 1981) polemizaron largamente sobre esta cuestión : entre todos los sonidos que recibe el feto ¿se incluye la voz de la madre? Y en tal caso, ¿qué parte de la voz materna llega hasta el útero? Por último : de todo cuanto recibe, ¿qué retienen el feto o el prematuro?
El grupo de Reflexión sobre los Sonidos, coordinado junto
con el Profesor Pierre Josserand (LAMI UPS – Toulouse), había propuesto una
experiencia crucial a fin de aclarar el panorama. En realidad, el problema se
despejó notablemente gracias a los trabajos de M.-C. Busnel (in Herbinet, 1981)
y de Querleu (1981), quienes toman en cuenta nuestros debates con Feijóo.
Colocando un hidrófono en miniatura dentro de la vagina, y después dentro del
útero gestante, estos autores mostraron que el feto vivía en un ambiente sónico
amortiguado por un efecto de filtro que deja pasar principalmente las frecuencias
bajas. Físicamente, el feto puede captar todos los ruidos antes enumerados,
incluida la voz materna, que se identifica con claridad en los registros
experimentales. Sin embargo, la gama que mejor se transmite es la de los
sonidos graves, mientras que la zona aguda (por encima de los 3000 Hz) se halla
atenuada. Sobre este tema se puede encontrar un
texto interesante en el sitio de LA FORGE (en francés).
Ahora
bien : atenuada no quiere decir suprimida, y quedan suficientes vibraciones de
la gama alta como para “tirar la escucha” hacia los agudos. Y éstos resultan
más interesantes todavía por cuanto sólo llegan dificultosa y escasamente hasta
el oído del pequeño ser. Aun los sonidos extremadamente agudos (situados más
allá de las capacidades auditivas humanas), como los de la ecografía
ultrasonora, parecen tener consecuencias (¿por un efecto térmico? ¿químico?)
sobre el feto, que suele agitarse durante el examen [2] , y también en lo sucesivo, puesto
que la dislexia sería más frecuente
cuando se han practicado numerosas ecografías (si bien cabe objetar que los
múltiples estudios probable fueran realizados porque el médico y los padres ya
tenían algún motivo de inquietud) (Messadié, 1987).
Se
siguen algunas implicaciones prácticas. Las curas Tomatis comprenden una fase
de escucha de la voz materna filtrada (con eliminación de las frecuencias
inferiores a 8 kHz). Estos sonidos, ¿son los que el paciente oía en el vientre
de su madre? Si tomamos en consideración la opinión de Feijoo y los trabajos de
Querleu, los sonidos de la cura corresponderían más bien a la parte de la voz
materna descubierta al nacer. El llamado “parto sónico” (restitución de las
frecuencias filtradas) puede tener efectos clínicos muy demostrativos (Dolto,
1985). Sin embargo, ateniéndose a esta hipótesis, los sonidos filtrados de
Tomatis ya no suscitan una evocación de la vida intrauterina, sino que
constituyen más bien una repetición sonora caricaturizada de los instantes
inmediatamene posteriores al nacimiento. No hay por qué sorprenderse, pues, de
que esta escucha posea tal poder dinamizante, ni de que en algunos casos pueda
evocar ciertos elementos biográficos asociados a la vida posnatal (Auriol in
Herbinet, 1981).
Pese
a haberse topado con algunas dificultades experimentales (de las que dio claras
explicaciones), y guiado por su notable intuición, Tomatis (1981, p. 50 y
sig.) logró sus resultados clínicos con —por así decirlo— un error de signo
(tomar por un filtro de graves lo que era un filtro de agudos). “Yo
basaba toda mi experimentación en este hecho, pero todo era falso”.
Utilizando
entonces algunos argumentos embriológicos discutibles y, más aún, el éxito
considerable de su método de tratamiento con sonidos agudos obtenidos por
filtración de las frecuencias inferiores, llegó a la audaz conclusión de que el
filtrado uterino (que deja pasar principalmente los sonidos graves) sufre luego
una hipercorrección por efecto del filtrado coclear, de sentido inverso. El
esquema propuesto es el siguiente :
Fuente
Banda ancha (!!)
Filtrado uterino
Banda pasante baja (!)
Filtrado coclear
Agudos
amplificados (?)
Recepción
Banda pasante alta (??)
Aún se está lejos de
dilucidar, por ejemplo, el papel del tapón gelatinoso que obstruye el oído del
feto (Moch, 1985) : ¿nivelará las escuchas aérea y ósea, creando una
indistinción entre los sonidos provenientes del interior del feto y los
provenientes de otra fuente (el cuerpo materno y el mundo exterior)? El simple
hecho de la inmersión en un medio líquido podría restringir el mecanismo
auditivo a una conducción puramente ósea (Hollien, 1969), más apta para
transmitir la voz materna, especialmente en sus componentes medianamente
agudos.
No pudiendo llegar a
una conclusión firme a partir de estos debates teóricos, me conformaré con
expresar mi opinión. Primeramente, el feto aprende a orientarse en un mundo de
cuatro dimensiones gracias al sistema vestibular, con el que percibe el espacio
estático y sus referencias vertical y horizontal. Dentro de este espacio, los
conductos semicirculares suministran la información dinámica de las
modificaciones más o menos bruscas correspondientes a los desplazamientos de la
madre según tres ejes de aceleración.
Algunos de los
movimientos son percibidos en función de un eje temporal marcado por la
acumulación de ritmos bastante regulares, a saber : latidos cardíacos
(aproximadamente uno por segundo), pasos, respiración (aproximadamente una cada
5 segundos), ciclos peristálticos (aproximadamente cada 90 minutos),
alternancias de actividad y reposo (períodos de 24 horas), etc.
Sobre esta trama
espaciotemporal el niño se prepara a comunicar, asociando movimientos
inesperados y sonidos nuevos, el canto del lenguaje materno y los balanceos
respiratorios, los ambientes ritmomelódicos y las variaciones del estado de
consciencia (angustia o felicidad en correspondencia con las modificaciones químicas de la sangre),
etc.
La seguridad de base
está en relación con lo rítmico, mientras que la novedad (la información) lo
está con lo melódico, particularmente la voz materna en la zona de las
frecuencias medias. Algunos hechos excepcionales dan lugar a excursiones por
los agudos.
En el momento del
nacimiento, el paisaje sónico sufre una fuerte conmoción. El recién nacido
posee sus ritmos internos, pero si no experimenta un contacto íntimo con su
madre (amantamiento, transporte en la espalda, mimos, etc.), pierde los ritmos
a nivel externo. Gracias a los componentes rítmicos vehiculizados por los
sonidos graves reconoce la voz materna, a la que se aferra siempre que puede.
Súbitamente los armónicos de esta voz le aportan una nueva riqueza, que a un
tiempo lo excita y lo sosiega. El niño marca sus propios ritmos (por ejemplo,
al mamar, aproximadamete dos movimientos de succión por segundo).
Esta metamorfosis en
un ambiente de seguridad le permite integrar sin dificultad el enorme aflujo de
los nuevos sonidos que le escoltan : los agudos de un mundo enceguecedor. Tal
sería el origen de una asociación común a todos los seres vivos entre agudos y
luminosidad, entre graves y oscuridad. Y asimismo (puesto que la luz viene
desde arriba) el de la asociación agudo-alto, grave-bajo, etc. Todo este
simbolismo de aspecto “arquetípico” —vale decir, común a todos los mamíferos—
no se explica por un misteriosa inscripción genética ni por razones “espirituales”,
sino que depende simplemente del cambio de medio (líquido/aéreo) en el momento
del nacimiento.
La voz de la madre ocupa un lugar
privilegiado, central, porque se sitúa a medio camino entre la costumbre y la
variedad. Representa, pues, el prototipo
de toda música, que no puede reducirse ni a la repetición, ni a lo
imprevisible.
Verificaciones
De
Casper y col. mostraron (1986)
que si durante el último trimestre del embarazo la futura madre leía
reiteradamente determinados pasajes de un texto, el bebé, después del
nacimiento, prefería esos pasajes a otros.
Los niños que han oído repetidamente un cuento en el vientre materno, succionan más si oyen ese mismo cuento mientras están mamando. Los que no han sido acondicionados a dicho cuento no lo distinguen de otro.
Spence y col. (1987)
también mostraron que a los bebés que habían sido habituados a un cuento antes
de nacer les resultaba placentero oirlo filtrado en banda pasante baja, tanto
como el mismo texto no filtrado. En cambio, los bebés que no habían oído el
cuento no apreciaban la versión filtrada.
Barbara Kisilevsky
(Psychological Sciences, Mayo de 2003) y un equipo de obstetras de Hangzhou
(China) descubrieron que el feto puede aprender en el útero, puede recordar y
reconocer la voz de su madre aun antes de nacer, y puede diferenciarla de la
voz de otra mujer.
En otros estudios
anteriores se había mostrado que los recién nacidos prefieren escuchar la voz
de su madre a la de otra mujer, y que saben modificar su comportamiento para
suscitar la emisión de esa voz.
Kisilevsky probó que
tal posibilidad existe desde antes del nacimiento. La experiencia uterina de
las interacciones del bebé con la voz de su madre tiene un impacto ulterior
sobre el comportamiento de recién nacido y sobre la instauración del fenómeno
de vinculación madre-hijo.
Estas investigaciones
muestran que los fundamentos para la percepción de la palabra y la adquisición
del lenguaje se instalan antes del parto. Por consiguiente, las competencias de
lenguaje precoces observadas en los recién nacidos y en los niños muy pequeños
se explican más bien por la interacción entre el feto y el ambiente, y no deben
atribuirse a ningún módulo lingüístico cerebral “presinaptizado”.
En 60 fetos próximos
al término (de 38 a 40 semanas de gestación) se realizó la siguiente
experiencia : por medio de un parlante colocado cerca del abdomen materno, 30
de ellos fueron expuestos durante 2 minutos a la reproducción de una banda
grabada con la voz de la madre (lectura de un poema); los otros 30 oyeron ese
mismo poema en condiciones idénticas, pero leído por otra mujer. Los fetos
sometidos a la voz de la madre “respondieron” con una aceleración del ritmo
cardíaco [3]. En los otros, a la
inversa, se observó una disminución de dicho ritmo [4] . El fenómeno se produjo
a partir de los 20 segundos de reproducción del registro y persistió, como
mínimo, durante los 2 minutos siguientes al final de la reproducción.
Así pues, los fetos
oyeron y prestaron atención a ambos tipos de voz. Sin embargo, dado que
respondieron de manera diferente, cabe llegar a la conclusión de que
reconocieron la voz de su madre.
De Casper ya había
mostrado que el feto puede reconocer un cuento especifico leído por su madre,
pero que, tras esta lectura, no reacciona de igual modo al mismo cuento leído
por otra mujer y a otro cuento leído por una voz extraña. El autor atribuyó la
desaceleración del ritmo cardíaco a un efecto tranquilizante de la voz materna.
Por el contrario, la aceleración in
útero producida por la voz materna indicaría una suerte de excitación del feto.
Desde que nacen, los
bebés distinguen el lenguaje humano del ruido.
Recientemente se
publicaron en Tokio algunos extractos de un
estudio que dejó fascinados a los investigadores. Según él, los bebés son capaces de diferenciar
el lenguaje humano de los parásitos sonoros, prueba de que se produce un
aprendizaje precoz in útero o de que tal función es innata en el ser humano.
Dicho estudio fue
llevado a cabo por laboratorios de investigación italianos, japoneses (Hitachi)
y franceses (CNRS) en 12 lactantes italianos. Para corroborar sus trabajos, los
autores explotaron asimismo extractos de voces de dos madres cuyos bebés no
habían participado en la experiencia.
Mediante un aparato
óptico a rayos infrarrojos capaz de detectar las variaciones de la presión
sanguínea se analizaron los efectos de la voz humana sobre el cerebro de los
lactantes, y se confirmó la
preponderancia del hemisferio izquierdo en el reconocimiento del lenguaje.
En cambio, los sonidos incoherentes y el silencio no dieron
lugar a la aparición de diferencias significativas entre ambos hemisferios.
El estudio “demuestra que el cerebro del recién nacido
reacciona específicamente a una voz normal pocas horas después de haber sido
expuesto a señales sonoras fuera del útero”.
Arcaico,
pero no perdido
Los efectos sedantes de la voz materna
Investigadores como
Murooka et al (1976), Rossner (1979) y De Casper (1983) mostraron que el recién
nacido se tranquiliza cuando se le hacen oir sonidos intrauterinos.
El corazón
Está suficientemente
bien establecido que el ritmo cardíaco materno influye sobre la construcción
neuronal del feto. Los ruidos del corazón de la madre ejercen un efecto
calmante en el recién nacido. Se piensa que el “tempo motor espontáneo” del
niño pequeño dependería del ritmo cardíaco de su madre : un niño de cuatro años
al que se le pide que aplauda espontáneamente lo hace a un ritmo promedio de
170/minuto, que coincide perfectamente con el ritmo de los movimientos de
succión del recién nacido. Cabe señalar (Carolyn Drake, 2001) que tal ritmo es
el doble del ritmo cardíaco materno (fisiológicamente taquicárdico a causa del
embarazo : 80-90 latidos/minuto en lugar de aproximadamente 70 latidos
/minuto).
Borborigmos
Los obstetras
refieren el frecuente estreñimiento de la embarazada debido a la compresión del
intestino grueso y a la menor tonicidad de los músculos lisos por efecto de la
progesterona. Sin embargo, esto no significa que el peristaltismo desaparezca,
de modo que, dentro de las infinitas correlaciones posibles, se han de tomar en
cuenta los ruidos intestinales.
La escuela
Biodinámica de Gerda Boyesen destacó su utilidad para diagnosticar el estado
psicoafectivo del individuo. Según su tipología, se observan las siguientes
correspondencias :
• El sonido de río tranquilo es propio de un
tránsito relajado y un estado mental agradable, apacible, sin conflictos de
importancia.
• En los estados de
angustia se produce un bloqueo del peristaltismo y un paro respiratorio en
inspiración, lo que se manifiesta por un silencio.
• Cuando la tensión
cede se oyen —asociados con un suspiro de alivio— unos borborigmos semejantes a
gruñidos o a “rugidos de león”.
• Los “chirridos de
puerta” indicarían una tensión más intensa y conflictos intrapsíquicos graves.
Planteamos entonces
la siguiente hipótesis : las bandas espectrales correspondientes a estos
distintos tipos de ruidos digestivos instituyen una biyección, especie de
significación implícita que las vincula de modo casi inexorable y definitivo a
los correspondientes estados emocionales. La aplicación entre sonidos uterinos
y estados vivenciales no ofrece de elementos que pudieran explicitar una
significación, pero no por esto es menos real. Imprime su marca en el sistema
nervioso, un poco como la genética lo hace en el cuerpo (aunque, por cierto, de
modo mucho más leve) : los ojos se dedicarán a ver, los oídos a oir etc.
¡Estamos, pues, en presencia de una adecuación que es previa al poder de hablar
de ella!
A claire voie
Este individuo
biológico experimenta un paralelismo masivo entre el conjunto de sus
percepciones y el de sus vivencias subjetivas (aunque erróneamente se las crea
muy pobres), y no puede distinguir con claridad las percepciones externas de
los acontecimientos psíquicos internos.
En el ser humano maduro
observamos un organigrama de tipo :
percepción —>
llamado a la memoria —> significación —> reacción emocional central Y
periférica —> acción / verificación.
En el feto, la acción
no siempre da lugar a una verificación detallada. Desde este punto de vista,
sus represenaciones son infalsificables. Unas cuantas simultaneidades entre
sonido y otros acontecimientos psicofisiológicos se repiten con gran fidelidad.
El sistema nervioso en proceso de maduración integra dichas simultaneidades en
su propia estructura, a nivel de las selecciones de células y de sus
conexiones. En adelante, cualquier acontecimiento sonoro sistemáticamente
correlacionado con una variación de la química sanguínea específica evocará las
“vivencias emocionales” apareadas.
Por ejemplo, si
cierto ritmo cardíaco o respiratorio se repite en presencia de los testigos
séricos de la angustia materna, dicho ritmo quedará sólidamente vinculado con
ese tipo de vivencia, y su presentación ulterior (por ejemplo, musical) podría
generar una emoción homogénea, cualquiera sea la cultura de pertenencia. Si
habitualmente otros ritmos —o los mismos— corresponden en la madre a una
excitación alegre, más adelante podrán recordar sentimientos análogos en el
hijo. En cuanto a su propia acción, el feto puede hacer variar la posición de
su cuerpo con respecto a la fuente sonora, mostrarse sensible al tacto
transparietal —como lo demuestra la haptonomía—, y disminuir las tensiones que
le impone la química materna dedicándose a la activdad autoerótica de chuparse
el pulgar...
Conclusión
Lejos de limitar su
vida perceptiva al mundo sonoro, el feto se informa asimismo a nivel vestibular,
olfativo, gustativo y táctil. En determinadas
circunstancias muy particulares puede incluso recibir informaciones visuales,
y se sabe que es afectado por los exámenes ultrasónicos (ecografía). Otras
comunicaciones, que ya no tendrán la misma forma después del nacimiento, lo
informan emocionalmente por la vía de la circulación placentaria (algunos
productos sanguíneos del estrés materno atraviesan la barrera fetomaterna).
De todo esto cabe inferir que la vida fisiopsicológica
del feto es muy rica, y que tiene gran importancia para el desarrollo ulterior
del niño y del adulto.
21 Décembre 2006
traduction © Hector Spivak
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Pernatal and Perinatal Psychology and Medicine. Heidelberg: Mattes Verlag. seit
1989 ISSN 0943-5417
[1] On
avait déjà utilisé la magnéto-encéphalographie mais on n’avait trouvé de signal
que dans quatre cas sur quatorze.
[2] Cela
m’a été confirmé récemment avec beaucoup de force par le Dr Georges Dussert,
spécialiste d’échographie à Montpellier (France)..
[3] De
5 battements par minute en moyenne (145 => 150)
[4] Là
aussi, mais en sens opposé, de 5 battements par minute (145 =>
140)